Redefiniendo el Éxito
En nuestra cultura súper competitiva, es fácil pensar en el éxito y respecto a nuestros hijos en lo que serán cuando crezcan. Un doctor, abogado, ejecutivo de negocios, maestro, músico, director de cine: ¿Qué hará mi hija con su vida? En realidad lo único que podemos hacer, es compartir nuestro entusiasmo con ellos y exponerlos a tantas formas de expresión como podamos. Lo qué pase después de eso, depende de tu hija. Ella tiene que encontrar ese interés especial y deseo en su interior. Y tendrá que trabajar duro para sacar el máximo provecho de ello.
Me encontré una cita que ha permanecido conmigo: “Deja de tratar de perfeccionar a tu hijo. Mejor continúa tratando de perfeccionar tu relación con él” Pienso que es un gran consejo. Muy frecuentemente, los padres estamos atrapados en querer que nuestros hijos sean perfectos y que encajen en nuestra idea de éxito, que perdemos de vista quienes son. Nos volvemos ansiosos, estrictos y críticos. Pasamos demasiado tiempo enfocados en lo que están haciendo mal y cómo lo podrían hacer mejor. Y en el proceso, los empezamos a perder. Perdemos nuestra conexión.
Si dejamos que esto suceda mientras nuestros hijos son pequeños, será realmente difícil cuando sean adolescentes y empiecen a sentir todo con más intensidad –incluyendo la distancia. Si ahora no tenemos una relación sólida con ellos, cuando se alejen, no habrá muchos incentivos para que vuelvan.
Es muy fácil preocuparnos por nuestros hijos y quedar atrapados en dirigirlos hacia las cosas correctas y lejos de los problemas. Pero si no somos cuidadosos, vamos a enredarnos en cuestiones de control y poder, que son en definitiva distractores de lo que realmente importa.
Esta es una oportunidad de recordar nuestro papel como Luz para nuestros niños. La Luz que dirige pero no controla. La Luz que es siempre amorosa y alentadora.
Lo que los seres humanos queremos más que nada, es bien conocido – ser reconocido y amado por lo que realmente somos, con defectos y todo. Y esto es lo que nuestros hijos quieren también. Así que tómate ese tiempo adicional. Haz un esfuerzo extra. Moldea la apertura y vulnerabilidad a través de tu propio comportamiento. Anima a tu hijo a abrirse contigo, enseguida responderá a lo que le estás dando con estímulo y afecto.
En el proceso tal vez sientas que estás cediendo el poder y la autoridad. Pero una vez que has ido más allá de la infancia, de todos modos esto se vuelve más y más ilusorio. Lo que estás obteniendo a cambio es una relación que durará toda la vida.
Verificando conmigo mismo:
1. ¿Estoy pasando más tiempo disfrutando a mi hijo o criticándolo?
2. ¿Me he encontrado a mi mismo manteniendo a mi hijo en un nivel imposible?
3. ¿Cuándo veo mis defectos los puedo aceptar y seguir sintiéndome bien conmigo mismo?