¿Qué es espiritualidad para mí?
Al formar parte de un sistema espiritual por varios años y conocer a mucha gente de diferentes religiones, creencias y comunidades espirituales, me he dado cuenta que la palabra espiritualidad puede ser confusa, incomprendida y utilizada de formas muy diferentes. Desde que soy directora de una organización sin fines de lucro llamada Espiritualidad para Niños y que mi blog se titula Espiritualidad para Padres, pensé que sería una buena idea aclarar a lo que me refiero cuando uso el término espiritualidad.
Una de las respuestas que siempre doy cuando me preguntan la diferencia entre “espiritualidad” y “religión” es que la espiritualidad une a la gente mientras la religión, en muchas ocasiones, la separa en diferentes grupos. ¿Qué parece eso realmente? Para hacer un ejemplo más visual podría utilizar la analogía del cuerpo y el alma. El alma (la esencia) en la mayoría de las sabidurías religiosas y espirituales es muy similar: el objetivo es alcanzar un lugar de amor y perdón, crear una conexión con uno mismo, otras personas y un poder superior. Se trata de transformación, aceptación, compasión y amor.
Por otro lado, el cuerpo (las herramientas y rituales) es muy diferente, empezando por aquello a lo que le llamamos Dios y sus mensajeros, lo que vestimos, los días que consideramos sagrados, el lenguaje en el que oramos, los ritos, entre muchas otras cosas.
Al momento de darle más importancia al cuerpo que al alma, caemos en la religiosidad. Lo que hace a una persona espiritual es mantener su atención en la esencia. Yo podría ser una católica espiritual o una católica religiosa, de igual forma, podría ser una judía religiosa o judía espiritual. La verdadera diferencia entre las personas no recae en la religión o práctica espiritual, si no en su intención.
Las herramientas y los rituales son sólo tan buenos como la intención y consciencia de quien los utiliza.
Tenemos que preguntarnos: ¿La práctica que hago me ayuda a alcanzar un nivel de consciencia en el amor y la aceptación o me está arrastrando a un lugar de juicio y separación? Matar en el nombre de Dios; deshonrar a un miembro de mi familia que no lleva el mismo camino; crear una cultura de culpa, miedo o pena son sólo algunos ejemplos de cuán lejos podemos estar de la verdadera esencia y vagar en nuestro camino.
Sin importar qué religión o sabiduría sigamos, todos debemos estar conscientes de las trampas de la religiosidad en las que se les da más importancia al cuerpo que al alma.
Para concluir, cuando hablo de “espiritualidad universal” no me refiero a que toda la gente seguirá un mismo camino y realizará las mismas prácticas, sino a reconocer y enfocarse en nuestra esencia en común y cómo tenemos más similitudes que diferencias.